Escriben Aristóteles y Platón en diversos lugares (discreto lector) que el hombre es animal político nacido naturalmente, para criarle en comunidad , y ciudad, y para vivir en paz, y conservarla porque si bien se mira su compostura, ella misma nos lo está mostrando, pues los demás animales fueron producidos con armas, poniendo a los toros cuernos, con que hiriesen:  a los leones uñas rabiosas con que despellejasen: a los jabalíes colmillos agudos, con que cortasen, a unos les dieron picos: a otros espolones y a otros el rostro feo con que espantasen: a otros ojos airados y voz temerosa. Finalmente a ninguno dejo de armar la naturaleza, sino fue al hombre, que lo produjo sin ningún instrumento de guerra, sino tan aparejado para la paz, que si la malicia humana no se hubiera introducido de por medio: en que lo creó con el rostro placido y agradable para que con el conviviera la paz, diole ojos amigables y blandos: diole los brazos de tal manera fabricados que fuesen más para abrazar que para pelear. Solo al hombre concedió las lágrimas que son señal de clemencia y misericordia: diole voz, no ronca ni amenazadora, sino suave y blanda, para atraer a si otros hombres :  diole el uso de la razón, y el hablar que es el instrumento para reconciliar el amor y benevolencia. Hizole enemigo de soledad, y pusole un deseo natural de compañía, para que con ella se conservase la naturaleza, y así en la amistad, y amigos puso tanto contento que así como no hay cosa tan conveniente como el amigo: así no lo hay más provechosa que el mismo. Siendo pues así, que la paz es tan conforme a la naturaleza del hombre, necesariamente aquellos medios le han de ser convenientes, y naturales, que se ordenaron para conseguir el fin de la paz: entre los cuales el más principal es la guerra.

Como lo enseña San Agustín en el libro de las palabras de el señor de la epistola a Bonifacio: y aun es común proverbio el que dice: Que guerra se trata para que la paz se consiga. Y es tan cierto medio este, que así en el cielo como en la tierra siempre la guerra fue medio y camino para la paz: en el cielo hay paz perpetua, y confirmación en gracia en el estado beatifico de los buenos ángeles, quedando lanzados de allá los malos: y el medio, que para esto se tuvo, fue el de la guerra, aunque no se armas corporales, como lo pinta San Juan en el Apocalipsis, donde dice: Que se trabo en el cielo una guerra civil ( que suele ser la más cruel) y que San Miguel era el capitán, y los demás buenos ángeles los soldados, y que la pelea era contra el dragón, que es el Demonio, y sus ángeles: después de cuya victoria se oyó una voz que dijo: Ahora se hizo la salud y la virtud y el reino de dios . Y Si en la tierra buscamos ejemplos, hallaremos, que el medio, que Octaviano Agusto tuvo para poner el mundo en quietud fueron las continuas guerras, y después de adquiridas por ellas cerro el templo de Dios .Y luego en aquellos mismos días nació Cristo nuestro gran Dios, y señor, que fue la gran paz del género humano.

Siendo pues la guerra medio tan conforme al fin natural, que tenemos, como es la paz: no fuera de propósito, creer que los instrumentos, con que se han de ejercitar estos tales medios, sean útiles y necesarios, como lo son todos los géneros de armas.

gineta 2

Y dejadas a parte aquellas, que la traición, y la tiranía de los mortales, como son las de fuego violento, que hoy se usan, aquellas es justo se estimen en más : que más derechamente naturaleza ordeno, para la guerra; entre las cuales tiene el mejor lugar el caballo como animal, que principalmente fue producido y criado para este ministerio, como en su fortaleza, ligereza, y fidelidad parece: las cuales cosas ayudadas de la industria, y natural, y braveza de los hombre, que nace dentro de España, se vienen ambos a hacer tan fuertes, y osados, que con fáciles ocasiones se ofrecen a la muerte, haciendo tan  grandes hazañas y proezas, que para ser gloriosas: no les gusta sino quien las pinte, o escriba, como Omero de los Griegos, y como Titolivio las de los Romanos. Cuyos hechos quedaran en perpetuo olvido, si las yeguas de España no dieran otra casta que caballos, y hubiera el ejercicio de ellos que en otros tiempos: que siendo así no hubiera provincia en el mundo, que no temiera a nuestra España, y fuera ella la que mayor jactancia tuviera, de conquistar el mundo: porque tuviéramos de ordinario cien mil hombres de a caballo divididos en caballos ligeros con armaduras leves, como los albaneses, y Italianos: y en hombres de armas, como los del reino de navarra: y en arcabuceros de a caballo, con arcabuz portátil o de cañón largo: y en ligeros ginetes con su antigua, y loable lanza.

Que junto esto con nuestra infantería Española fuéramos poderosos, a sujetar en pocos años la mayor parte del orbe. Pues es cosa sabida, que no hace mayor golpe el encuentro del caballo crecido de la raza de Nápoles, ni el del caballo Frisón corpulento, que el nuestro con su ímpetu y furia. Y considerando la falta que en nuestros tiempos ha habido: de quien con ánimo de aprovechar procurase levantar, y poner en su punto los documentos de caballería, que nos dejaron los antiguos, determine tomar sobre mis hombros este cuidado y escribir este tratado de la Gineta de España: para con el obligar, a los que más saben, a que hagan lo mismo, y para los que quisiesen aprender hallen fácil comodidad de aprovecharse de la Filosofía, que en diversos lugares derramaron los antiguos filósofos y poetas, que en este arte fueron sapientísimos:  donde hallaran recopiladas las cosas más principales de la naturaleza del caballo, con el orden que se ha de guardar en el hacer de las cas6as, y domar los potros enseñándoles buenas costumbres, y el modo de enfrenarlos, y castigarlos de sus vicios y siniestros, con otras cosas importantes: hasta mostrar, como la industria, y artificio del hombre haga un perfecto caballo, tal que con razón se pueda decir sin tacha: y como los caballeros mozos se han de poner de a caballo guardando el orden de la gineta, que por haberlo yo escrito, no trato de su bondad: y porque enriquecido con la gracia y benevolencia, de los que con buen pecho le leyeren, me bastara por premio del cuidado que en el puesto.